Recuerdo haber visto a mi padre inclinado sobre una mesa. Estaba dibujando con el dedo sobre un vidrio.
Un vidrio empañado de colores.
Luego colocaba suavemente un papel sobre el vidrio y lo aplastaba con una cuchara. Yo tenía dos o tres años de edad.
Unos instantes después, mi padre levantaba el papel del vidrio. Se había producido un milagro: En el papel habían aparecido seres inquietantes de dientes agresivos y ojos tristes.
Pronto aprendí que ese procedimiento “milagroso”, se llamaba monocopia.
Miro hoy estas obras, máscaras risueñas y amenazantes, alegóricas y monstruosas y no puedo evitar ver en ellas los personajes de mis primeras pesadillas…
Hay en la serie de monocopias, muchas referencias al teatro, tal vez algo literarias: ¿Pensaría mi padre que la humanidad interpreta una escena patética o trágica? ¿Cómo payasos risueños y desesperados? ¿Cómo fantasmas disfrazados?
También encuentro que , a pesar de sus contenidos sombríos… las monocopias me parecen llenas de alegría. Veo el desparpajo de un artista joven, que aún cree en sí mismo, seguro e irreverente.
La serie de monocopias, están fechadas, catalogadas e incluso enmarcadas provisoriamente por mi padre. El cuidado dedicado a esta serie de trabajos, me hace deducir que a pesar de que por esos días, se ganaba la vida como albañil y vivíamos en una situación de miseria, las esperanzas artísticas de mi padre aún estaban intactas.
En 1971, mi padre era un artista de treinta y tantos, tenía fervientes ideales políticos y artísticos .
Más adelante, la realidad brutal de la dictadura, y los años de frustración y marginalidad, tal vez cambiarían su visión de la figura. Los actores olvidarían su papel y a los fantasmas, se les caerían las máscaras.
Prisión · Monocopia 23cm x 30cm · 1972
Los cómicos · Monocopia 23cm x 30cm · 1972
La visita · Monocopia 25cm x 34cm · 1972
Prisión · Monocopia 23cm x 30cm · 1972