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Fantasmas Desnudos

Mi padre hablaba solo. Yo podía escucharlo murmurar. Se encerraba en el baño y pronunciaba palabras, su voz sonaba desesperada y furiosa.

 

Recuerdo haberle preguntado cuando era niña “¿Con quién hablás, papá?”. El me contestaba un poco avergonzado, sintiéndose descubierto en su íntima ceremonia: “Con un señor “ “¿Qué señor papá?”  “Un señor sin pelo” .

 

¿Fueron sus palabras, una respuesta ocurrente destinada a un niño?  ¿O realmente mi padre conversaba imaginariamente con un “señor sin pelo”? Y en ese caso… ¿Quién sería ese hombre?

 

Muchos años después mi padre se inspiró artísticamente en las texturas que encontraba en las paredes, algunas de ellas eran abstractas, pero un día encontró un graffiti de una silueta humana y se obsesionó con esa imagen.

 

¿Se habrá reencontrado mi padre con “el señor sin pelo”, empotrado en la pared de una calle de Córdoba? …

 

¿Y quién sería este hombre?

Polaroid tomada en alguna calle de Córdoba, Argentina

Obra Armando Markovitch

Detrás de la ventana · Temple

43cm x 43cm · 1993

Mirando estas obras , pienso en el padre de mi padre…: un desconocido, un hombre sin rostro y sin nombre… 

 

Mi abuela quedó embarazada en 1936, y nunca reveló la identidad del progenitor… En esa época, ser hijo “ilegítimo”, tenía como consecuencia la humillación. Mi abuela fue expulsada de su familia, y mi padre cargó sobre sus hombros la marginación y la culpa.

 

¿Habrá sido este rechazo primigenio, esa segregación, el origen mismo de toda la ira y la autodestrucción?

 

El padre de mi padre fue un desconocido, ¿Será su fantasma el que aparece ahora en sus obras, mudo y anónimo?

 

También se me viene a la mente otra respuesta: Mi padre pintó estas obras en 1993… diez años después del asesinato de una gran parte de la juventud Argentina, a manos de la dictadura militar.

 

 Los “desaparecidos”,  fueron,  durante muchos años, condenados al anonimato: No sólo habían acabado con sus cuerpos y sus vidas,  sino que incluso sus nombres eran “omitidos”, y sus identidades borradas.

 

Y ahora, diez años después del crimen, la sociedad Argentina parecía ansiosa por olvidar… Los jóvenes habían sido mucho más que asesinados, habían sido expulsados de la existencia misma… ¡Y todos querían olvidarlos  cuanto antes! ¡Olvidarlos aún antes de recordarlos! ¡La sociedad parecía querer borrar de nuevo, lo que de por sí,  ya había sido negado!

 

¿Serán esos seres sin entierro y sin nombre, estos seres sedientos de existencia, los que mi padre percibía  en las siluetas que pintaba?

 

¿O tal vez era su propia silueta? La de un pintor “desconocido para el mundo” , un artista que trabajaba en una gasolinería, que nunca había expuesto sus obras… Lleno de impotencia.

 

¿O quizás el hombre de la pared es  EL HOMBRE ( “El Hombre con mayúsculas)… cuyo cuerpo se confunde con el fondo. El “Hombre”: prisionero, dibujado en una pared, sin cara ni cuerpo?.

 

Todas y ninguna, pueden ser las respuestas. Y seguramente mi padre… como sucede con los artistas, tampoco sabría del todo a quién alude la silueta de la pared.

 

A lo mejor, lo que pintó es simplemente a aquel “señor sin pelo”, que lo acompañó durante toda su vida, ese señor furioso que  siempre hablaba con él, encerrado en el baño, en secreto.

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