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Mis padres y yo vivimos durante casi diez años en San Clemente del Tuyú. 

(1970-1979)… San Clemente es un pueblo en la desembocadura del Río de la Plata. El agua del mar es amarronada, de olas pequeñas. El cielo es nuboso y plomizo.

 

En el verano, la playa de San Clemente se llena de turistas. Familias ruidosas y jóvenes insolentes y alegres.

Pero el verano dura poco y enseguida los  turistas se alejan con sus risas y se instala el verdadero dueño de la playa: el viento.

 

Un viento incesante, apocalíptico, que silba permanentemente. Los médanos se quedan desnudos. El agua del mar es cenicienta.

 

Se escucha el chillido de las gaviotas y el ladrido de los perros.

 

Nuestra casa estaba en la playa. El mar llegaba hasta nosotros, nos invadía en los dias de tormenta.  

Creo que los tres, amábamos ese paisaje amenazante y hostil. Nos dejabamos abrazar por el viento.

 

Mis padre y mi madre, pintaron mil veces, mientras estábamos allí, esas nubes retorcidas y el lánguido horizonte,  la  bella  melancolía de las calles de tierra del pueblo. Guardo sus paisajes de entonces…

 

Pero mucho después, en 1990, cuando ya habíamos dejado San Clemente, y emigrado a la ciudad mediterránea de Córdoba, cuando nos rodeaban los sobresaltos de una ciudad, automóviles y bullicio… mi padre siguió pintando, a veces, mar que veía en su memoria.

 

Por  esos tiempos , mi padre estaba obsesionado por la pintura abstracta y el informalismo, pero a veces regresaba, hacía una pausa, un paréntesis en sus obsesiones contemporáneas y volvía  como quien regresa a su casa, a pintar el paisaje de la playa.

 

Ese horizonte gris, y el viento despiadado, la intemperie que tanto añoramos: nuestro desolado hogar.  

Recuerdos del mar

Armando Markovitch

San clemente del tuyú

Armando Markovitch

Playero · Pastel

25cm x 14cm · 1989

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